Los cultivos de tomate de árbol predominan en los departamentos de Antioquia, Boyacá, Cauca y Cundinamarca en regiones con altitudes entre 1700 y 2200 m.s.n.m.,  con temperaturas entre 14 a 18ªC y una humedad relativa del 80%. Es importante además tener en cuenta que el tomate es sensible a radiaciones solares intensas por lo que lo mejor es mantenerlo en temperaturas bajas y se desenvuelve mejor en condiciones de nubosidad (Cámara de comercio de Bogotá, 2015).  Así mismo, los mejores suelos para el cultivo son aquellos con textura franca, profundos, con buen contenido de materia orgánica y que no sean muy arenosos, de igual manera en zonas lluviosas se tiene en cuenta su inclinación para que el drenaje del agua del cultivo sea favorable  (Gobernación del Huila, s,f). 

Para sembrar el fruto es necesario mezclar materia orgánica con arena, realizando surcos con espacios de 8 a 10 cm , con semillas puestas de forma continua. Cuando la planta alcanza una altura de 50cm se eliminan los chupones de su tronco y como ya se considera una planta adulta es necesario hacer una limpieza de hojas secas, frutos dañados y hojas enfermas, cuando alcanza los 1.60 m puede podarse y obtener sus frutos o continuar su riego hasta una altura de aproximadamente 1.70 cm – 1.80 cm (Calvo, 2009). 

La cosecha del tomate se realiza cada 15 días de forma manual para evitar lastimar o dañar otros frutos, flore u hojas que sean vulnerables, teniendo en cuenta que cuando se recoja tenga la madurez perfecta y no se pasa de la misma para evitar que en el transporte se pueda dañar. Para evitar deshidratación y posibilidades de entrada de hongos, el fruto es cosechado con el pedúnculo y de cada planta se puede obtener entre 350 y 550 frutos por cada una, los cuales se pueden conservar hasta por 30 días en temperaturas de 7ºC y con humedad relativa de 90% (Feicán, 2016).